Rompiendo la herencia: avances en la prevención de transmisión de enfermedades mitocondriales como MELAS
 
			Las mitocondrias: mucho más que “baterías” celulares
En cada célula de nuestro cuerpo hay decenas o miles de mitocondrias, pequeñas “centrales energéticas” que generan la energía necesaria para vivir, movernos, pensar y funcionar. Dentro de ellas se encuentra un tipo de ADN muy especial: el ADN mitocondrial (mtDNA).
A diferencia del ADN nuclear —que heredamos mitad de la madre y mitad del padre—, el ADN mitocondrial se transmite exclusivamente por vía materna a través del citoplasma de los óvulos. Cuando este ADN presenta mutaciones, la producción de energía se ve comprometida y pueden aparecer enfermedades mitocondriales que afectan a órganos con alta demanda energética: músculos, cerebro, oído, corazón o riñones.
Aunque poco frecuentes (afectan a 1 de cada 4.000–5.000 nacidos vivos), su impacto en las familias es profundo. De ahí la relevancia de las investigaciones actuales centradas en la prevención de transmisión de enfermedades mitocondriales.
MELAS, explicado de manera sencilla
Dentro de este grupo, MELAS es una de las patologías más graves y estudiadas. Su nombre proviene de las iniciales en inglés de tres rasgos principales: encefalopatía mitocondrial (Mitochondrial Encephalopathy), acidosis láctica (Lactic Acidosis) y episodios similares a ictus (Stroke-like episodes).
En la práctica, MELAS puede manifestarse con pérdida de audición, debilidad muscular, convulsiones, problemas visuales, diabetes o alteraciones neurológicas. No todas las personas portadoras la desarrollan con la misma intensidad, ya que todo depende de cuántas mitocondrias estén afectadas y de cómo se repartan por el organismo.
Por qué es tan difícil cortar la transmisión
Para entender la dificultad, imaginemos que cada óvulo es como una pequeña ciudad repleta de “centrales energéticas”: las mitocondrias. Dentro de cada ciudad, cada mitocondria obedece a su propio manual de instrucciones, el ADN mitocondrial.
Cuando una mujer es portadora de una mutación en el ADN mitocondrial, no necesariamente todas sus mitocondrias están dañadas. Algunas funcionan perfectamente y otras tienen el error genético. Esta mezcla se conoce como heteroplasmia, y es clave para entender el problema.
Lo complejo es que la proporción de mitocondrias sanas y con ADN mutado no es constante. Incluso entre óvulos de la misma mujer, esa “composición energética” puede variar enormemente: uno puede tener solo un 20 % de mitocondrias mutadas, y otro, un 90 %.
La enfermedad aparece cuando la cantidad de mitocondrias defectuosas supera un cierto umbral crítico. Entonces, las células dejan de producir la energía necesaria para que órganos como el cerebro, el corazón o los músculos funcionen bien.
El gran reto es que no existe forma de predecir con certeza qué proporción llevará cada óvulo antes de la fecundación. Por eso, cada embarazo en una mujer portadora se parece a una lotería genética: no sabemos qué combinación saldrá y, en consecuencia, resulta tan complejo lograr la prevención de la transmisión de enfermedades mitocondriales sin recurrir a técnicas de reproducción asistida avanzadas.
Estrategias actuales para reducir el riesgo
La medicina reproductiva dispone hoy de dos técnicas principales para minimizar la probabilidad de herencia:
• Diagnóstico Genético Preimplantacional (PGT): analiza embriones creados por fecundación in vitro y selecciona aquellos con menor carga mutacional antes de transferirlos. Es útil cuando la proporción de mitocondrias afectadas es baja o moderada.
• Donación mitocondrial mediante Transferencia Pronuclear (PNT): indicada cuando la mutación está presente en casi todas las copias o en niveles muy altos. Mantiene el ADN nuclear de la pareja, pero reemplaza las mitocondrias dañadas por las de una donante sana.
Ambas forman parte de un enfoque que, en determinadas situaciones, permite prevenir la transmisión de enfermedades mitocondriales de forma significativa.
El estudio que marca un hito
Un programa clínico pionero, publicado en The New England Journal of Medicine por Louise Hyslop, Emma Blakely y Magomet Aushev, combinó PGT y PNT de forma personalizada para mujeres portadoras de mutaciones, incluida la asociada a MELAS.
En casos de heteroplasmia inferior al 60 %, se aplicó PGT. Cuando la mutación estaba en niveles muy altos o presentes en todas las copias, se optó por PNT. En esta técnica, los pronúcleos del embrión materno se transfieren al embrión donante enucleado, conservando el ADN nuclear de la pareja pero con mitocondrias sanas.
El resultado fue la llegada al mundo de 26 bebés (18 tras PGT y 8 tras PNT) con una reducción del 77 % al 100 % en la carga mutacional. El seguimiento posterior confirmó que su crecimiento y desarrollo eran normales para su edad, demostrando el potencial real de estas técnicas en la prevención de transmisión de enfermedades mitocondriales.
Más allá de las cifras
Cada nacimiento representa mucho más que un éxito clínico. Son familias que han roto un ciclo genético que parecía inevitable y niños que comienzan su vida libres de la amenaza de una enfermedad devastadora. Estos avances muestran que la ciencia no solo puede cambiar diagnósticos, sino también transformar futuros.
Autor
Francisco Carrera
Persona | Experto en Comunicación y Divulgación de la Ciencia (UAM) | Embriólogo Clínico certificado (ASEBIR) | Máster en Biología de la Reproducción Humana (IVIC) | Licenciado en Bioanálisis (UCV).
