Infertilidad masculina: cuando un hombre empieza a sospechar
 
			Él siempre se ha cuidado. Come bien, hace ejercicio, duerme sus horas. Nunca ha tenido grandes problemas de salud. Le encantan los niños. Y desde que decidieron buscar el embarazo, pensó que no habría mayor dificultad.
Ha pasado más de un año desde entonces. Primero lo vivieron con ilusión. Luego con un poco de inquietud. Ahora, cada vez que su pareja tiene la regla —y no dice nada—, él siente una punzada. No quiere preguntar, no quiere presionar. Pero por dentro… sabe que algo no está funcionando.
Lo más desconcertante es que no hay un motivo claro. A ella, en sus revisiones ginecológicas de siempre, le han dicho que todo está bien. Ninguno ha ido aún a una consulta de fertilidad. Pero él ya lo sospecha: quizá le toque a él enfrentar una verdad incómoda. Y, aunque está de acuerdo con hacerlo, siente una mezcla rara de vergüenza, rechazo, frustración.
No está solo. Aunque pocos lo digan en voz alta, lo que siente es común. Y aunque no todos los hombres lo viven igual —porque cada historia es única—, muchas veces aparecen sensaciones parecidas: duda, inquietud, desconcierto. La infertilidad masculina sigue siendo un tabú. Los hombres hablan poco del tema, lo minimizan o lo cargan en silencio, como si admitirlo fuera una herida al orgullo.
Muchas veces, detrás de ese silencio, hay miedo a ser infértil, dudas sin resolver, sensación de fracaso, culpa, y una incomodidad que no saben nombrar. ¿Por qué, si me he cuidado, no lo consigo? ¿Qué pensarán los demás? ¿Y si soy yo el problema? En ese torbellino emocional, algunos hombres se quedan atrapados. Y el tiempo sigue pasando.
Cuando la infertilidad no tiene diagnóstico, pero ya pesa en el ánimo, el primer paso no es médico, sino emocional: reconocer lo que se siente. Darle espacio. Ponerle nombre. Porque eso también forma parte del camino.
Lo que viene después es acción. Hacerse una analítica, una primera evaluación, un seminograma. En muchos casos, el estudio revela alteraciones corregibles, o simplemente descarta problemas. Pero más allá del resultado, hay algo que cambia: la sensación de tomar las riendas, de no quedarse pasivo frente a la incertidumbre.
Según datos recientes del informe de la Sociedad Española de Fertilidad, la mayoría de las parejas que consultan por dificultad para concebir encuentran una causa, un tratamiento viable y, muchas veces, una solución real. No todas las historias acaban con un embarazo espontáneo. Pero muchas sí lo hacen tras un proceso de acompañamiento médico y emocional.
Hoy, la ciencia ofrece caminos. Lo que no conviene es quedarse atrapado en la frustración, el silencio o el rencor. Porque detrás de esas emociones suele haber miedo, sí. Pero también deseo. Y donde hay deseo, hay impulso para buscar opciones.
Si te reconoces en este texto, no te obligues a “estar fuerte” o a callarte. Habla con tu pareja. Habla con un profesional. Y si lo necesitas, consulta con un especialista en apoyo emocional o psicología en fertilidad. Porque sí: lo que sientes importa.
Y porque hoy, en una época donde la mayoría de los problemas de fertilidad tienen solución médica o acompañamiento posible, lo más valiente que puedes hacer no es resistir en silencio. Es abrir la puerta a lo que venga, desde la emoción, desde el cuidado. Desde la esperanza.
Preguntas frecuentes que muchos hombres se hacen antes de consultar por fertilidad
¿Y si soy yo el problema?
Es una de las primeras preguntas que aparece —aunque a veces cuesta verbalizarla—. Y no es un «problema», es una posibilidad clínica: en más del 40% de los casos de infertilidad en pareja, hay un factor masculino implicado, según la Sociedad Española de Fertilidad (SEF). Identificarlo no es una sentencia, es el primer paso para abordarlo.
Me he cuidado toda la vida, ¿cómo es posible que tenga un problema de fertilidad?
Haber llevado una vida saludable reduce riesgos, pero no garantiza la fertilidad. Hay factores genéticos, anatómicos, hormonales o incluso ambientales que pueden influir sin dar síntomas previos. La buena noticia es que muchos de ellos tienen tratamiento o solución.
¿Es obligatorio hacerme una prueba?
Nadie te obliga, pero hacerte un seminograma o estudio básico es una forma de conocer tu punto de partida. Cuanto antes lo hagas, antes podrás salir de dudas. Y si todo está bien, te quedas tranquilo. Si hay algo alterado, sabrás cómo actuar.
¿Qué pasa si sale algo mal?
Que hay que mirarlo con calma. Muchos hombres con alteraciones en el semen logran ser padres con apoyo médico, tratamientos personalizados o pequeños cambios en el estilo de vida. Tener un diagnóstico no significa renunciar. Significa empezar a moverse.
¿Y si me afecta emocionalmente?
Es normal que así sea. La fertilidad toca zonas íntimas de nuestra identidad, autoestima y expectativas. No estás solo: hay psicólogos especializados en salud reproductiva que pueden ayudarte a ponerle palabras, sentido y estrategias a lo que sientes.
Autor
Francisco Carrera
Persona | Experto en Comunicación y Divulgación de la Ciencia (UAM) | Embriólogo Clínico certificado (ASEBIR) | Máster en Biología de la Reproducción Humana (IVIC) | Licenciado en Bioanálisis (UCV).
