Cuando la presión sube en el embarazo: entender y prevenir la preeclampsia

“Mujer embarazada midiendo su presión arterial con un tensiómetro en casa, mientras toca su barriga en un gesto de conexión con su bebé.
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El embarazo transforma el cuerpo de una manera fascinante. El corazón late con más fuerza, la sangre circula en mayor cantidad y los vasos sanguíneos se vuelven más elásticos para nutrir una nueva vida. Es un equilibrio delicado entre la madre y el bebé.

Sin embargo, en algunos embarazos ese ajuste cardiovascular no ocurre como debería y la presión arterial se eleva más de lo esperado. Cuando esto sucede después de la semana 20 de gestación, y sin antecedentes previos de hipertensión, se habla de hipertensión del embarazo o gestacional. Si además aparecen signos de daño en órganos como el hígado, los riñones o la placenta, se trata de preeclampsia, una forma más compleja que requiere especial atención.

¿Qué diferencia hay entre hipertensión gestacional y preeclampsia

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La hipertensión gestacional es el aumento de la presión arterial durante el embarazo sin daño en órganos.

La preeclampsia combina esa elevación con signos de «sobrecarga» en riñones, hígado o placenta y puede provocar complicaciones si no se detecta a tiempo. 

Por qué importa detectar la hipertensión en el embarazo

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Durante el embarazo, el organismo atraviesa tantos cambios que resulta difícil distinguir lo normal de lo que requiere vigilancia.

Por eso, medir la tensión arterial en cada control prenatal no es un trámite rutinario, sino una forma sencilla de evaluar cómo responde el sistema cardiovascular a las demandas del embarazo.

Una revisión publicada en The Lancet Global Health (2024), que analizó más de 200 estudios, confirmó que los trastornos hipertensivos del embarazo —hipertensión gestacional y preeclampsia— afectan entre el 5 % y el 10 % de las gestaciones en todo el mundo. En la mayoría de los casos se controlan bien con seguimiento y tratamiento adecuados, pero cuando no se detectan a tiempo pueden aumentar el riesgo de parto prematuro o de restricción del crecimiento fetal.

Cada control médico es, por tanto, una oportunidad para escuchar al cuerpo antes de que aparezcan señales evidentes.

Infografía médica sobre la preeclampsia que muestra cómo se origina, cuáles son las señales de alerta y cómo puede detectarse a tiempo durante el embarazo.

Qué es la preeclampsia y por qué ocurre

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La preeclampsia es una alteración específica del embarazo que combina presión arterial elevada con signos de sobrecarga en órganos vitales.

Se diagnostica cuando, después de la semana 20, la tensión arterial supera los 140/90 mmHg y se detectan proteínas en la orina o alteraciones analíticas que indican estrés en el organismo.

Durante las primeras semanas, el cuerpo materno desarrolla una compleja red de vasos sanguíneos para nutrir la placenta. En un embarazo normal, esos vasos se ensanchan como tuberías que se adaptan al aumento del caudal.

En algunos casos, ese proceso de ensanchamiento queda incompleto, los vasos permanecen más estrechos, el flujo se vuelve irregular y la placenta recibe menos oxígeno y nutrientes.

El cuerpo interpreta esa situación como una amenaza y responde aumentando la presión arterial para asegurar la llegada de sangre al feto.

Este mecanismo de compensación desencadena una cascada inflamatoria que puede afectar al hígado, los riñones y los vasos sanguíneos.

Detectar la preeclampsia a tiempo permite intervenir antes de que evolucione hacia formas graves. El diagnóstico se basa en la medición de la tensión, el análisis de orina y sangre, y la evaluación del bienestar fetal mediante ecografía Doppler.

Un estudio de cohorte publicado en BMJ (2023), con más de dos millones de mujeres en Suecia seguidas durante cuatro décadas, mostró que quienes habían padecido preeclampsia presentaban un 50 % más de riesgo de desarrollar cardiopatía isquémica en los años posteriores al parto.

El hallazgo refuerza la idea de que la preeclampsia no termina en el parto: es también un marcador de riesgo cardiovascular futuro y motiva un seguimiento prolongado.

Cómo se detecta la preeclampsia

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Pruebas básicas

Cuando la presión arterial se eleva de manera sostenida, el equipo médico realiza pruebas complementarias:

•    Análisis de orina: para detectar proteínas.

•    Analítica de sangre: evalúa función renal y hepática.

•    Ecografía Doppler: observa el flujo de sangre a través de la placenta y el cordón umbilical.

Estas pruebas permiten comprobar si el intercambio de oxígeno y nutrientes entre madre y bebé se desarrolla con normalidad.

 

Biomarcadores: detectar antes de los síntomas

La medicina materno-fetal ha avanzado de forma notable gracias a los biomarcadores placentarios.

Uno de los más útiles es el ratio sFlt-1/PlGF, que mide dos proteínas clave:

•    PlGF (factor de crecimiento placentario), que favorece la formación de vasos.

•    sFlt-1, que regula ese crecimiento.

En la preeclampsia, el equilibrio se rompe: aumenta el sFlt-1 y disminuye el PlGF, una señal de que la placenta está “bajo estrés”.

Al calcular su relación, se puede predecir el riesgo de preeclampsia incluso antes de que aparezcan síntomas clínicos.

En España, esta prueba se utiliza cada vez más en hospitales públicos y privados con unidades de medicina materno-fetal avanzadas. Está avalada por la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) y por el NICE británico.

Como señala una investigación reciente en Ultrasound in Obstetrics & Gynecology (2023), esta prueba mejora notablemente la precisión del diagnóstico: reduce en torno a un 40 % los falsos positivos y aporta mayor tranquilidad durante el seguimiento.

Infografía sobre el control de la hipertensión en el embarazo, con los pasos principales: seguimiento médico, tratamiento individualizado, prevención en casos de riesgo y cuidados después del parto.

 

Cómo se controla la hipertensión en el embarazo

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El manejo de la hipertensión gestacional o la preeclampsia debe individualizarse y estar guiado por especialistas.

No siempre se requiere medicación: en muchos casos bastan controles más frecuentes, ecografías y una observación estrecha de los síntomas.

Cuando la presión se mantiene elevada o los análisis muestran signos de sobrecarga, puede ser necesario ingresar temporalmente y administrar fármacos antihipertensivos seguros, como labetalol o metildopa.

Toda medicación durante el embarazo debe estar prescrita y ajustada por el equipo obstétrico, ya que no todos los fármacos son adecuados.

El objetivo es mantener la presión en valores seguros, prevenir complicaciones y permitir que el embarazo progrese hasta que el bebé esté maduro.

Un ensayo clínico de referencia, el estudio CHAP publicado en The New England Journal of Medicine (2022), demostró que tratar la hipertensión crónica desde 140/90 mmHg reduce las complicaciones maternas y fetales sin aumentar riesgos para el bebé.

Este trabajo cambió las recomendaciones internacionales, promoviendo iniciar el tratamiento antes y no esperar a valores más altos.

Medidas generales de apoyo

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Además del tratamiento médico, existen hábitos que refuerzan la salud cardiovascular y el bienestar general:

•    Dormir y descansar adecuadamente.

•    Mantener una dieta equilibrada, con menos sal y ultraprocesados.

•    Asegurar una buena hidratación y limitar la cafeína.

•    Evitar tabaco y alcohol.

•    Practicar actividad física de bajo impacto, como caminar o ejercicios prenatales aprobados por el médico.

•    Acudir a todos los controles prenatales.

 Estas medidas no sustituyen el tratamiento, pero mejoran el estado físico y emocional y reducen el riesgo de complicaciones.

 

Prevención en casos de alto riesgo: el papel de la aspirina

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En embarazos con factores de riesgo —antecedente de preeclampsia, gestación múltiple, hipertensión crónica, diabetes o enfermedades autoinmunes— los especialistas pueden recomendar aspirina a dosis bajas como prevención.

La aspirina, en este contexto, no se usa como analgésico, sino para favorecer la circulación placentaria y mejorar el flujo de oxígeno al feto.

El ensayo internacional ASPRE trial, publicado en NEJM, mostró que las mujeres con alto riesgo que tomaron aspirina de baja dosis desde el primer trimestre tuvieron un 60 % menos de casos de preeclampsia precoz.

Estudios recientes, como el de JAMA Network Open (2025), confirman que lo importante no es solo la dosis, sino comenzar pronto y mantener la pauta bajo supervisión médica.

La aspirina en el embarazo solo debe indicarse por un profesional. La clave está en identificar el riesgo a tiempo y seguir un plan personalizado. Cuando está indicada, se convierte en una herramienta eficaz dentro del cuidado integral.

Cómo se vigila el bienestar del bebé

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El control del embarazo con hipertensión o preeclampsia suele incluir ecografías más frecuentes y estudios Doppler, que permiten evaluar la circulación sanguínea entre la madre, la placenta y el feto.

Gracias a estas pruebas es posible comprobar si el bebé recibe suficiente oxígeno y nutrientes, y si su crecimiento se mantiene dentro de los parámetros esperados.

La Sociedad Europea de Hipertensión (ESH, 2024) subraya que esta monitorización combinada —clínica, analítica y ecográfica— permite ajustar tratamientos y decidir el momento ideal del parto, equilibrando el riesgo materno y la madurez fetal.

En muchos casos, el parto se planifica entre las 37 y 39 semanas, o antes si aparecen signos de deterioro en la madre o el bebé.

Lo esencial es que la decisión se tome en un entorno hospitalario con experiencia en medicina materno-fetal, donde se disponga de los recursos y equipos necesarios para actuar con seguridad.

Después del parto: seguir cuidando el corazón

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Tras el nacimiento, la tensión arterial suele volver a valores normales en pocas semanas.

Sin embargo, las mujeres que han tenido preeclampsia o hipertensión gestacional presentan mayor riesgo de desarrollar hipertensión crónica o enfermedad cardiovascular en los años siguientes.

Por ello, los especialistas recomiendan mantener una vigilancia cardiometabólica continuada.

Revisiones recientes sugieren que las mujeres con antecedentes de preeclampsia se beneficiarían de una evaluación cardiovascular completa en los primeros años posparto, con seguimiento periódico de la presión arterial, el metabolismo glucémico y los lípidos. Por ejemplo, un análisis agregado advierte que los trastornos hipertensivos del embarazo están vinculados a mayor riesgo de enfermedad cardiovascular a largo plazo, lo que fundamenta la necesidad de vigilancia prolongada.

El objetivo no es solo prevenir complicaciones durante el embarazo, sino proteger la salud del corazón a largo plazo.

Preguntas frecuentes sobre hipertensión y preeclampsia en el embarazo

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¿En qué se diferencian la hipertensión gestacional y la preeclampsia?

La hipertensión gestacional aparece después de la semana 20 de embarazo cuando la presión arterial supera los 140/90 mmHg, pero sin causar daño en otros órganos. En cambio, la preeclampsia combina esa elevación de la tensión con alteraciones en órganos como los riñones, el hígado o la placenta. En la práctica, podría decirse que la hipertensión gestacional es “presión alta sin complicaciones” y la preeclampsia es “presión alta que empieza a afectar al organismo”. Esa diferencia es fundamental, porque la segunda requiere un seguimiento más estrecho y un control especializado para evitar complicaciones tanto en la madre como en el bebé.

 

¿Por qué ocurre la preeclampsia?

Durante el primer trimestre, las arterias del útero que alimentan la placenta deberían transformarse para dejar pasar la sangre de forma fluida y sin resistencia. En algunos embarazos, ese proceso de adaptación no se completa como debería y los vasos sanguíneos permanecen más estrechos. La sangre circula con dificultad, la placenta recibe menos oxígeno y el cuerpo materno interpreta esa situación como una señal de alarma, elevando la presión arterial para compensar. Este proceso también activa mecanismos inflamatorios y libera sustancias que alteran el equilibrio de los vasos, dando lugar a lo que conocemos como preeclampsia.

 

¿Cuáles son los síntomas que deben hacer sospechar preeclampsia?

Al principio, la preeclampsia puede avanzar de forma silenciosa, sin molestias evidentes. Sin embargo, algunos signos deben motivar una valoración médica inmediata. Entre los más característicos se encuentran el dolor de cabeza intenso y persistente, los cambios en la visión —como destellos o visión borrosa—, la hinchazón repentina de la cara o las manos y el dolor en la parte alta del abdomen. Si además las cifras de tensión arterial se mantienen elevadas o aparecen alteraciones en los análisis, es esencial acudir al equipo médico para confirmar si existe una afectación compatible con preeclampsia.

 

¿Cómo se confirma el diagnóstico?

El diagnóstico se basa en una combinación de observación clínica y pruebas complementarias. Medir la presión arterial de forma correcta, analizar la orina en busca de proteínas y realizar estudios de sangre para evaluar la función renal y hepática son los primeros pasos. A ello se suma la ecografía Doppler, que permite valorar cómo circula la sangre entre la madre, la placenta y el feto. En algunos hospitales, se utilizan además biomarcadores específicos, como el ratio sFlt-1/PlGF, que ayudan a predecir el riesgo de desarrollar preeclampsia incluso antes de que aparezcan los síntomas, reduciendo falsos positivos y mejorando la seguridad del seguimiento.

 

¿Se puede prevenir la preeclampsia?

En muchos casos, sí. El pilar de la prevención es el seguimiento médico regular, acompañado de hábitos saludables que cuiden el sistema cardiovascular. Mantener una dieta equilibrada, reducir el consumo de sal y alimentos ultraprocesados, descansar lo suficiente y realizar actividad física suave contribuyen al control de la tensión. En mujeres con mayor riesgo —por ejemplo, aquellas que ya han tenido preeclampsia, embarazos múltiples o enfermedades previas como hipertensión o diabetes—, los especialistas pueden recomendar aspirina a dosis bajas desde el primer trimestre. Este tratamiento, siempre bajo indicación médica, ha demostrado reducir significativamente los casos de preeclampsia precoz.

 

¿Cómo afecta al bebé y cómo se vigila su bienestar?

Cuando la placenta no recibe suficiente flujo sanguíneo, el bebé puede crecer más lentamente o necesitar un parto anticipado. Por ello, el control del bienestar fetal se realiza mediante ecografías más frecuentes, estudios Doppler y valoraciones del crecimiento y movimiento del feto. Esta información permite ajustar el tratamiento y decidir el momento más adecuado del parto, equilibrando el estado de la madre y la madurez del bebé. En la mayoría de los casos, si la evolución es estable, el nacimiento se planifica entre las 37 y 39 semanas de gestación.

 

¿Qué tratamiento se utiliza durante el embarazo?

El tratamiento depende de la gravedad y de la evolución del embarazo. En algunos casos basta con intensificar la vigilancia médica, realizar controles más frecuentes y adaptar la actividad diaria. Cuando la tensión se mantiene elevada, se utilizan fármacos antihipertensivos considerados seguros en la gestación, como el labetalol o la metildopa. Si existen signos de sobrecarga o afectación orgánica, puede ser necesario un ingreso hospitalario para un seguimiento más estrecho. El objetivo no es bajar la tensión “a toda costa”, sino mantenerla en valores seguros que protejan a la madre y al bebé, ganando tiempo para que el embarazo avance con estabilidad.

 

¿Cómo se puede medir la tensión en casa de manera fiable?

El control en casa puede ser muy útil si se realiza correctamente. Lo ideal es utilizar un tensiómetro validado, con un manguito del tamaño adecuado y medir siempre en condiciones similares: tras unos minutos de reposo, sentada, con el brazo apoyado a la altura del corazón y evitando el tabaco, la cafeína o el ejercicio previo. Es recomendable realizar dos mediciones consecutivas y anotar los resultados para que el equipo médico pueda valorar la evolución. Más que sustituir las visitas, este registro complementa la información y ayuda a detectar cambios tempranos.

 

¿Qué ocurre después del parto?

En la mayoría de los casos, la tensión arterial vuelve a la normalidad en las semanas posteriores al nacimiento. Sin embargo, las mujeres que han tenido hipertensión gestacional o preeclampsia presentan un riesgo algo mayor de desarrollar hipertensión crónica o enfermedad cardiovascular en el futuro. Por eso, las guías actuales recomiendan realizar una revisión cardiometabólica durante el primer año tras el parto y mantener un control periódico de la presión arterial, el colesterol y el metabolismo de la glucosa. Cuidar el corazón después del embarazo es una forma de prevenir complicaciones a largo plazo y de mantener una buena salud para futuras gestaciones.

 

¿Cuándo se decide adelantar el parto?

La decisión de inducir o adelantar el parto se toma de forma individualizada en hospitales con experiencia en medicina materno-fetal. Se valora el estado de la madre, los resultados de los análisis y el bienestar del bebé. Cuando el equilibrio entre ambos se ve comprometido, puede ser necesario finalizar el embarazo antes de término para evitar riesgos. Si la evolución es estable, el parto suele planificarse alrededor de las 37 o 38 semanas. En todos los casos, el objetivo es el mismo: proteger la salud materna sin comprometer la madurez del bebé.

 

Vivir el embarazo con serenidad y conocimiento

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Hablar de hipertensión o preeclampsia puede generar preocupación, pero la información y el acompañamiento profesional son aliados poderosos.

Hoy se comprenden mejor las causas, se diagnostica antes y se dispone de tratamientos eficaces y seguros.

Con un seguimiento médico cercano, hábitos saludables y un entorno de apoyo, la mayoría de las mujeres con hipertensión o preeclampsia tiene embarazos exitosos y bebés sanos.

La prevención no sustituye la calma: la fortalece.

Cada control, cada medición y cada ecografía son actos de cuidado compartido. Vigilar la presión no es solo una cuestión de cifras, es escuchar al cuerpo, cuidar el corazón y proteger dos vidas que laten al mismo compás.

Autor

Francisco A. Carrera S.

Persona | Experto en Comunicación y Divulgación de la Ciencia (UAM) | Embriólogo Clínico certificado (ASEBIR) | Máster en Biología de la Reproducción Humana (IVIC) | Licenciado en Bioanálisis (UCV).

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